Autonomía Personal
RESUMEN:
El mundo de la discapacidad es un ejemplo de cómo el vigor de la sociedad civil fue capaz de penetrar en la transformación de un mundo marginado
Esto va en serio
El mundo de la discapacidad es un ejemplo de cómo el vigor de la sociedad civil fue capaz de penetrar en la transformación de un mundo marginado.
05.05.2011 - JESÚS FLÓREZ CATEDRÁTICO DE FARMACOLOGÍA ASESOR CIENTÍFICO DE LA FUNDACIÓN SÍNDROME DE DOWN DE CANTABRIA.
Si uno mira alrededor queda sobrecogido por el ambiente de desánimo, cuando no de angustia, que cunde en amplios sectores de la sociedad española. Las asfixiantes y escandalosas cifras del paro que siguen subiendo y alcanzan ya casi los 5 millones de personas es el número frío que oculta los millones de dramas personales y domésticos que diariamente afectan a otros tantos hogares. Justo cuando en el resto de países que nos circundan las cifras se van reduciendo. ¿Quién nos habló de progreso, de una nueva vía, de unas nuevas luces? ¿Quién reparará y compensará el sufrimiento de todas estas familias? Es fácil, por tanto, que nos dejemos llevar por el pesimismo de quienes afirman que sembrar en nuestro país es lanzar semillas en terreno pedregoso. Pero hay días en que uno recibe una noticia especial que vuelve a iluminar la realidad. Vean el mensaje que recientemente llegó a mi correo.
«Me invitaron de la Universidad de . a participar como experta en un concurso público para crear una plaza de auxiliar de servicios con contrato indefinido, reservado a personas con discapacidad intelectual con un 65% o más. El tribunal está formado por 5 profesores de diferentes facultades, una secretaria y yo misma. Nos reunimos un día para definir las pruebas: una de carácter práctico, una segunda de contenido más teórico, y una entrevista. Se apuntaron 9 candidatos, de los que 6 tienen síndrome de Down. Les citamos de uno en uno. Ha sido emocionante ver el trato serio, riguroso y a la vez humano, que han tenido los miembros de la comisión. Y más emocionante aún ver la categoría de los aspirantes: saludaron con seriedad a todos, escucharon las consignas y realizaron las cinco pruebas prácticas conteniendo los nervios, agradecieron al salir. Una lástima no haberlo filmado. Ahora hemos de preparar la prueba oral. Debe incluir preguntas sobre su motivación, cómo reaccionarían delante de una situación determinada (si llegan tarde al trabajo, o no se encuentran bien, etc.). La única pena es que solo podrá entrar uno de ellos».
Para quienes llevamos muchos años conviviendo en el mundo de la discapacidad intelectual, este pequeño apunte descriptivo colma cuanto, hace bien pocos años, no podíamos imaginar siquiera. Jóvenes con síndrome de Down disponen de plazas laborales reservadas para personas con discapacidad intelectual, para trabajar en la Universidad -el reducto que podría parecer más inalcanzable e insensible a esta problemática. Y acuden a un concurso-oposición marcado por la seriedad y la exigencia. Miembros de diversos estamentos del claustro conforman una comisión que diseña una prueba bien madurada y adecuada para juzgar los objetivos, y saben tratar y valorar esmeradamente a los concursantes: ¡nueve para una plaza! Y, sobre todo, éstos se muestran conscientes, animosos, instruidos, educados.
Esta anécdota muestra solo la punta del iceberg de algo mucho más profundo y consistente que se está desarrollando en nuestra sociedad: la capacitación poderosa de jóvenes con discapacidad intelectual para desarrollar su vida en igualdad de condiciones a las del resto de la población. Evidentemente, esto va en serio. Detrás de todo ello hay miles de personas de décadas pasadas y presentes que han dejado su piel en la lucha por la igualdad, la capacitación de las familias, la mejora en las condiciones educativas y sociales adaptadas a cada edad y a cada individuo, la alfabetización, la formación en habilidades académicas y sociales, la concienciación en los ambientes familiares y sociales, la igualdad de oportunidades.
Una transformación de este calado no se improvisa. Tengo la suerte de haber vivido los años suficientes como para haber podido seguir todo un proceso de génesis, maduración y eclosión que bien puede servir de modelo para otras empresas en la actualidad. El regeneracionismo que se forjó y caracterizó decididamente en la década de los sesenta del pasado siglo fue el terreno abonado en el que maduraron generaciones de jóvenes ilusionados por transformar los recodos más oscuros de la sociedad, aquellos en donde se ocultaban sus seres más marginados, para dar forma a las primeras iniciativas. Su visión y su acerbo intelectual y práctico fueron el caldo de cultivo que, a lo largo de los setenta, iría originando el núcleo necesario para transformar las ideas en praxis que encontraron su cauce y explosión en los años ochenta, tanto a través de propuestas legislativas como a través de múltiples iniciativas de acción ciudadana.
El mundo de la discapacidad es un ejemplo claro de cómo el vigor de la sociedad civil fue capaz de penetrar en la transformación de un mundo marginado. Fue la sociedad civil incubada en la década de los sesenta la que, llena de convicción e imaginación -forjadas en numerosas ocasiones en el ambiente familiar-, explotó en múltiples iniciativas que impulsaron e incluso forzaron al mundo de los políticos a tomar decisiones novedosas. De ellas estamos actualmente viviendo. Buen ejemplo es el giro que se obligó a hacer a lo que se presentó como una tímida ley de dependencia.
No, la sociedad española no es terreno pedregoso. Sabe acoger la semilla, asimilarla y hacerla germinar. Le faltan a veces, eso sí, buenos sembradores y buena materia prima, que estén a la altura de lo que la sociedad demanda, o que sepan marcar el rumbo que ella debe seguir con decisión, con un deseo real. No basta para ello «tener ganas»: hace falta tener ideas claras; conocimiento que es fruto de la observación, el estudio, el análisis y la reflexión; voluntad para asumir iniciativas impopulares; y liderazgo para saber aunar voluntades de fuerzas aparentemente contrapuestas.
Fuente (El Diario Montañés): http://www.eldiariomontanes.es/prensa/20110505/opinion/articulos/esto-serio-20110505.html