Autonomía Personal
RESUMEN:
Experiencias de una persona con síndrome de Down que se ha sacado el carnet de conducir
“¿Qué te parece si, ahora que estoy en paro, me saco el carnet de conducir?”
Cuando Byron Lozano terminó su contrato como ayudante de panadería en un supermercado de León resolvió que era hora de volver al pueblo, al lugar que tantas satisfacciones le había dado. Así fue como se trasladó a Laguna de Negrillos, una pequeña localidad de unos 1.000 habitantes, dejando atrás el piso de León en el que vivía totalmente independiente, y recorriendo los
Ya en el calor del hogar, una mañana espetó a su madre: “Qué te parece si, ahora que estoy en paro, me saco el carné de conducir”.
Su madre, María Teresa, se asustó ante esa inquietud de su hijo. Ahora, un año después, confiesa: “¿Qué iba a hacer?, preocuparme, no lo veía normal”, pero va más lejos: “no le veía capacitado”.
Sin embargo, Byron lo tenía muy claro: “quería independizarme, desplazarme libremente”, así que acudió a la autoescuela más cercana; allí “no me dijeron nada especial, que si lo sacaba bien y que si no, pues nada, pero que había posibilidades”. Por fin, su madre se convenció y le apoyó diciéndole que probara a ver qué pasaba.
Y lo que pasó fue que, unos meses y tres exámenes después, Bayron tenía la licencia de conducir en su poder. Ahora, a sus 24 años, ha cumplido ya su primer aniversario detrás del volante, así que el mes pasado retiró orgulloso la “L” que le identificaba como conductor novel.
“Nunca jamás había cogido un coche” antes de acudir a la academia, por lo que, confiesa, sentía bastante “respeto, pero miedo no”.
Pero esta no es su primera experiencia en el mundo del motor, pues antes de conducir su actual Ford Fiesta, que compró de segunda mano hace seis meses en un concesionario, se desplazaba en un ciclomotor que ya tiene abandonado. La razón: “El coche tiene más seguridad, en la moto vas más al aire libre”.
Ahora, conduce todas las mañanas a razón de 45 minutos por trayecto hasta su actual puesto de trabajo como auxiliar de administrativo en Carflor, una empresa que presta servicios sociales a personas dependientes de León.
Cuando algunos viernes María Teresa viaja a León en el asiento del copiloto, no puede sino mirar a su izquierda, respirar hondo y sentirse orgullosa por los dos, pues su hijo Byron no ve nada de especial en su situación, considera que no ha tenido “ninguna dificultad” añadida por su discapacidad y se siente “normal, como cualquier otro chico”.