Autonomía Personal
RESUMEN:
Han transcurrido más de dos meses desde que la película ‘Yo, también’ se hiciera con dos Conchas de Plata y se estrenara en salas de todo el país, el tiempo suficiente para que sus protagonistas hagan balance del proyecto
“Le debo mucho al síndrome de Down”
Han transcurrido más de dos meses desde que la película ‘Yo, también’ se hiciera con dos Conchas de Plata y se estrenara en salas de todo el país, el tiempo suficiente para que sus protagonistas hagan balance del proyecto.
Pablo Pineda protagoniza esta historia de ficción, inspirada parcialmente en su propia vida, en la que un joven con síndrome de Down se enamora de una compañera de trabajo sin discapacidad. Su debut en la gran pantalla le valió el reconocimiento del prestigioso Festival de San Sebastián. Pasados los meses y la intensa actividad que precedió y siguió al estreno de la película, nos habla desde la tranquilidad de su hogar en Málaga de esta experiencia.
Película, presentaciones, entrevistas… ¿Cómo ha cambiado tu vida la película “Yo, también”?
Me ha dado una madurez vital enorme, ha sido un punto de inflexión en mi vida. Ahora tengo un sentimiento distinto, otra fuerza, otro ánimo. La película ha servido para ver dentro de mí mismo y cambiar de óptica.
¿Has recibido ofertas para otros proyectos de Televisión, Cine, Teatro?
Por ahora no. De todas formas voy a andar muy cauteloso, porque la película ha sido muy especial y ha dejado el listón muy alto. No es fácil tratar el síndrome de Down con tanta sensibilidad como lo han hecho Álvaro Pastor y Antonio Naharro. Por eso ahora me he vuelto más pejiguero y puntilloso.
Una pregunta indiscreta: ¿tienes más éxito con las mujeres ahora que eres famoso?
[Risas.] Más que indiscreta es graciosa. Al ser famoso, hay más gente que te felicita, pero no se encuentran tantas mujeres como uno pudiera pensar, sobre todo porque “mozo que síndrome de Down sea, síndrome de Down se queda” [risas]. Hay que seguir luchando y diciendo a las chicas que estamos aquí, que podemos ser oscuros objetos de deseo [risas].
Pablo, tú eres diferente a cualquier persona sin discapacidad, pero también diferente a cualquier persona con síndrome de Down, ¿cómo se lleva eso?
Se lleva mal. Es muy duro estar en esa “tierra de nadie”. Por un lado, para quienes tienen síndrome de Down soy algo así como un colega; por el otro, la sociedad me considera un Down, aunque me considera una “excepción”. Y no se dan cuenta que, al decir esto, están cometiendo una discriminación descarada, porque están condenando a las personas con síndrome de Down, impidiéndolas a hacer muchísimas cosas. Al decir que soy una excepción están transmitiendo la idea de que soy el único que puede aprender, están diciendo que soy el único que puede llegar alto y eso genera tal frustración en los padres de personas con síndrome de Down… los frustras, les quitas la ilusión de enseñar a sus hijos, de motivarles y estimularles.
Entonces, ¿todo es genético, todo es cultural o ambas cosas a la vez?
Son ambas cosas. El síndrome de Down tiene una base genética, por supuesto, pero también es enormemente cultural, eminentemente educativo y depende de la mentalidad de cómo afrentes la discapacidad. Confiar, incitar a hacer cosas, estimular son fundamentales en el síndrome de Down. Si confiar y dar autoestima es vital para cualquier hijo, para el síndrome de Down lo es todavía más.
¿Cómo te educaron tus padres para llegar a donde has llegado?
Nunca me han sobreprotegido. Tuvieron muy claro que querían que fuese lo más autónomo posible y me escolarizaron en un colegio normal y eso hizo que haya llegado donde llegué. Mi padre me enseñó a leer a los cuatro años; ahí es donde se ve la confianza. Tuve la misma estimulación y educación que mis hermanos, no hicieron nada especial. De hecho, en aquella época no tenía asesoramiento de ningún profesional, todo fue a través de mis padres, de su visión. Después ya sí, después llegaron profesionales, y uno de especial influencia: Miguel López Medero. Él me cuidó mucho; me conoció en el colegio con 6 ó 7 años, y ha sido algo así como mi mentor, pues él me metió en el instituto y luego en la universidad, siempre ha estado ayudándome.
¿Qué dirías al resto de padres para que fomentaran la autonomía de sus hijos?
Que no vean en su hijo un síndrome de Down, sino que vean a un hijo, al que hay que educar y no que cuidar, que es muy diferente. También hay que estimular sin ponerle ningún límite, porque ese límite lo tiene que trazar el propio niño. Hay que ir poco a poco, día a día, nada de objetivos a largo plazo. No hay que infravalorarlos ni sobrevalorarlos, porque ambas cosas, a la larga, generan ansiedad y frustración. Tenacidad y disciplina.
¿Cómo llevas el hecho de ser el referente para todo un colectivo?
Con gran responsabilidad. Yo me siento muy en deuda con el colectivo del síndrome de Down y de la discapacidad en general. Hay muchos padres que se fijan en mis avances porque quieren que su hijo también los alcance. Eso me da una gran responsabilidad: la de demostrar a la sociedad que podemos. Por eso, cuando me llaman para cualquier acto siempre digo que sí, porque es mucho lo que le debo al síndrome de Down.
Hay quien piensa que la sociedad se podría estar haciendo una idea equivocada de lo que es el síndrome de Down al verte, ¿qué opinas de esto?
La sociedad tiene que quedarse con la idea, con el concepto, de que deben confiar en nosotros y en nuestro aprendizaje. Eso es lo importante.
“QUISIMOS HACER LLEGAR LA HISTORIA HASTA DONDE ELLA MISMA NOS CONDUJERA”
“El cine suele tener un poder especial para mostrar vidas diferentes”, asegura Antonio Naharro, director junto a Álvaro Pastor de la película ‘Yo, también’. Y efectivamente en algo menos de dos horas, esta historia de ficción, rayando el documental, ha tirado por tierra prejuicios, tópicos y lugares comunes sobre la discapacidad intelectual. Gran parte de ese mérito lo tiene, como nos dice Koldo Zuazua, productor de la cinta, “un comunicador excepcional, Pablo Pineda, que probablemente sea una de las pocas personas capaz de explicar con una locuacidad brillante el mundo interior de un síndrome de Down, sus deseos, frustraciones, pasiones, etc… y su derecho de amar y de ser amado”.
Sin embargo, aseguran los directores Naharro y Pastor, pese a que “el público todavía se resiste a creer que con esta historia se puedan divertir, la impresión que ha llegado a nuestros oídos ha sido muy buena, Incluyendo la respuesta de ese público que no tiene nada que ver con el síndrome de Down y que lo ha descubierto con esta película”.
Lo dicen quienes han tenido la oportunidad de acercarse a esta discapacidad. “Conocer de cerca a Lourdes”, la hermana con síndrome de Down de Antonio Naharro, “nos ha inspirado mucho para no ser complacientes y, sobre todo, a explorar el sentido del humor que tiene la discapacidad en general”. Una vez el guión cumplía con esos parámetros, simplemente “quisimos hacer llegar la historia hasta donde ella misma nos condujera”.
Koldo Zuazua, Productor de ‘Yo también’
¿Qué pensó cuando llegó a sus manos la cinta de Naharro y Pastor?
La propuesta me pareció arriesgada, pero muy interesante. Lo excepcional de Pablo Pineda, junto al estilo realista de los directores, podía crear una combinación muy diferente sobre los acercamientos que se habían hecho hasta la fecha al mundo del síndrome de Down a través del cine.
¿Hay alguna diferencia entre producir esta película y cualquier otra cinta?
Nos ha costado tener apoyos de las televisiones cuando aun estábamos en proyecto. Pero todo cambió con la película acabada, fue muy sorprenderte ver como, a película vista, todo el mundo quería unirse al proyecto. Por otro lado, el apoyo del personal del equipo, técnico y artístico, ha sido incondicional en todo momento, esto sí que ha sido una gran diferencia respecto a los proyectos más “estándares”.